miércoles, noviembre 15, 2006

Demonios

Encendiendo la caldera,
allí donde no me moja el agua,
caliente,
ardiente carbón que me ciegas,
perdiéndome en los rincones de mi espalda,
mi cobijo de alas anchas,
tigre de dientes de sable,
volver para ver esos ojos grises,
me falten dos púas en la garganta
que me impidan entregar mi alma,
me hubiera rendido a quedarme contigo,
marcharme contigo,
frenar estas ganas de tirarme al vacío
de haber sabido lo que echaría de más,
en este cielo que se cae
porque tú no estás,
porque tú me faltas.

Aunque no lo sepas,
dejaste una huella
imborrable,
en esa parte de mi cama,
que si toco casi me hiela,
que rompe mi coraza de hojas muertas,
de páginas de palabras,
ese otoño que marchita el jardín de mi cueva,
encendiendo con recuerdos,
los labios del deseo.

La escalera a la que me lleva
este laberinto sin fauno,
que me entrega a una mentira,
estos huesecitos cada día más flacos,
lejos de la tierra,
en un mar inestable.

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