lunes, abril 10, 2006

a mi madre

El grito despierta al silencio
la agonía estalla en el sueño
se acelera el tic tac de mi cuerpo.
Se humedece la piel, no me siento.

El aire corta la respiración
los segundos se hacen lentos
eterno se presenta cada movimiento
el alma corrompida por la emoción.
La luna desaparece del cuento.
El gris ocupa mi cielo.

Tiembla mi ser, incluso por dentro
pierdo mi estrella, encuentro el veneno.
Seca queda mi fresa, cortada
por la brisa fresca
aparece un reino de mentiras
donde no me hallo, donde tú no estás.

Me miro al espejo y no reconozco ya
las líneas de mi cuerpo,
ni siquiera las veo,
sólo contemplo un espacio
vacío de sentimientos,
no sé dónde albergan los recuerdos.

Los ojos no son dos ojos,
son dos espejos rotos
que alma a cachos reflejan,
dos lágrimas que quietas quedan
en una cara sin rostro.

Los labios entrecortan
los susurros y los silencios,
incomprensión que muere y renace.

La piel estorba al alma
que libre quiere vivir.

Volar.

Enfrasca el cuerpo amorfo de curvas mal descritas.

¿Cómo describir lo que yo misma no aprecio?

Duele mirarse.

Duele verse a sí mismo.

Imagen que no distingo.

Duele verte morir.

Vivir.

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