Ninguno de los dos sabe a que velocidad escapa lo nuestro,
y ese miedo a la longevidad nos hace quedarnos a solas,
jugando a contar los segundos que quedaron atrás
ahuyentando los minutos compartidos,
y sin llegar a pensar lo que hemos dado por perdido
y lo que nos quedaría por contar
congelando de frío todo lo que pudimos sentir
siendo yo más dura contigo,
o tal vez fui más dura conmigo,
y ahora que te has ido,
me da miedo reconocer,
que lo más duro sería volverte a ver.
Buscando en la mañana,
esa caricia que vivía cada día en mi espalda,
y diluvia tras la puerta de mi habitación,
en las noches sólo encuentro bandidos
y no duermo por miedo a quedarme a oscuras,
sin saber donde habita tu corazón
ni los días racionales me parecen normales ya,
mil trescientas balas me han perforado,
y ahora que te has ido,
me da miedo reconocer,
que lo más duro sería volverte a ver.
Y queda mi corazón lleno de heridas invisibles
trampas en cada acera y en todo lugar,
no me riman los versos
y no puedo volver a inventar
que lo nuestro vuelve a funcionar
esperando dos segundos para que culmine
mi historia mortal
volviendo a repetir
(sólo en mi mente)
el ultimo día que oí tu voz en la playa desierta
y ahora que te has ido,
me da miedo reconocer,
que lo más duro sería volverte a ver.